Por Camila Julón
En los últimos años, el “Hayllu” o la ola coreana ha experimentado un gran crecimiento en el Perú: más de treinta mil compatriotas afirmaron escuchar música coreana. Esta gran recepción ya no solo se concentra en las redes sociales, sino que, con el levantamiento de las restricciones sanitarias provocadas por la pandemia, muchos jóvenes llevaron sus gustos musicales al mundo offline y empezaron a formar una comunidad que se reúne en espacios abiertos. Actualmente, uno de los puntos de encuentro para los denominados “k-popers” se ubica en la Plaza Alameda 28 de Julio, en Cercado de Lima, donde se juntan para bailar, comprar merchandising o simplemente disfrutar del ambiente y de la afición que todos comparten: el K-Pop.
Cada sábado al promediar las tres o cuatro de la tarde, Alejandra Pasache (19), estudiante de arquitectura en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC), se deja dominar por su pasión hacia el K-Pop. Aplaza todos sus deberes académicos, se alista rápidamente, y toma un carro que la transporte a la Plaza Alameda 28 de Julio, en el Cercado de Lima. Aquí decenas de personas se reúnen para compartir e intercambiar gustos por el arte coreano, comer junto con amigos, cantar karaokes o practicar coreografías. A pesar de caminar entre un mar de gente y contar con poco espacio para realizar sus actividades, Alejandra nunca se desanima: comprende que se encuentra en un ambiente muy amigable donde puede ser ella misma. Su caso es un pequeño reflejo de lo que experimenta y vive el fandom peruano en espacios como la Plaza Alameda, donde los obstáculos no representan un impedimento para seguir reforzando el amor por el K-Pop.
Antes que la Plaza Alameda se convirtiera en el punto céntrico de reunión, el Campo de Marte, ubicado a una cuadra de distancia, solía asentarse como el lugar de encuentro. Esta zona albergaba a cientos de fans semanalmente y les brindaba suficiente espacio para que desarrollasen sus actividades. Sin embargo, con la llegada de la pandemia, este parque se convertiría poco después en un centro de vacunación, forzando a que los fanáticos del K-Pop busquen otro espacio para reunirse. Este cambio ocasionó una gran aglomeración, pues pasaron de ocupar más de 60 mil metros cuadrados a tan solo 24,000. Muchos asistentes, como Alejandra, se sienten incómodos por la estrechez del área de la cual disponen ahora.: “Los sábados Alameda es un mar de gente. No se puede caminar muy bien y si quieres encontrar a alguien es difícil, tienes que estar llamando o mandando ubicación por WhatsApp, es muy complicado. Es bien concurrido y aturde bastante”, confiesa.
A pesar de los obstáculos que sostiene esta nueva ubicación, la mayoría de fanáticos como Alejandra, tratan de ignorar este aspecto negativo e intentan continuar con las actividades y la música que tanto disfrutan: el K-Pop, un género que en la última década ha alcanzado niveles extraordinarios de popularidad. Una muestra de ello son las recientes estadísticas elaboradas por la plataforma de música Spotify, colocando a los exponentes de esta corriente musical entre los puestos más elevados al reunir más de 8.000 millones de reproducciones en 2021, a comparación de otras categorías como electrónica y rock.
Alameda 28 de julio, el nuevo centro del K-Pop
Cientos de personas se encuentran en este espacio, ubicado frente al Campo de Marte, en la Av. 28 de julio. Cada uno aporta algo diferente a la construcción de esta subcultura presente en Lima Metropolitana. Se combina la moda de vestir, la forma de ser, las coreografías como otro tipo de moda que se popularizó con el crecimiento del hip hop y también el consumo iconográfico, que son las fotos o photocards.
Todos estos rasgos se pueden apreciar en la Plaza Alameda. Se puede encontrar a los fans que intercambian las famosas photocards, pequeñas fotos exclusivas de cada uno de los miembros de una banda que vienen dentro de los álbumes en físico. También se puede encontrar puestos ambulantes en los que se vende merchandising de los grupos, dirigidos por fans o por vendedores que simplemente ven en esta nueva ola una oportunidad de negocios. Estos puestos no solo se dedican a vender merchandising, sino que también se puede ver otro elemento: la moda. Muchos de estos puestos también venden aretes, collares, pulseras, faldas y polos que se parecen o están basados en la vestimenta que utilizan los idols en sus presentaciones. Algunos de los asistentes a la Plaza Alameda también parecen seguir este código de vestimenta, con faldas plisadas de distintos colores o cadenas colgando de sus pantalones cargo de color negro.
Los grupos de dance cover conforman la tribu más numerosa de fanáticos que se congregan en esta plaza. Estos pueden ser formados entre amigos o a veces desconocidos, y su fin es aprenderse las coreografías de diversos artistas del género para luego grabar videos y subirlos a plataformas como YouTube o Facebook. Estos grupos pueden dedicarse a realizar covers de una sola agrupación, o también pueden variar. Es bastante común, incluso, que importe muy poco el género o sexo de los participantes. Al hacer covers de girlgroups, no necesariamente son todas mujeres y lo mismo sucede con los boygroups.
Otro evento infaltable en la Alameda son los reconocidos K-Pop Random Dance. Este es un juego que consiste en bailar todas las coreografías de kpop que uno conozca. Para esto se forma un área rectangular reservada para los participantes, el público suele posicionarse alrededor y espera a que se reproduzca un mix de canciones del género; si alguno se sabe la coreografía, puede salir al centro a bailar con todos aquellos que también se la sepan. Usualmente el mix incluye canciones conocidas, cada una dura aproximadamente 15 segundos y se suele poner la parte del coro, pues es la parte que más se repite y que cuenta con las coreografías más sencillas.
Esto, comenta Alejandra, puede también ser un problema, especialmente con el cambio de ubicación y el reducido espacio con el que cuentan ahora en la Alameda: “Pueden haber dos, o hasta tres randoms en un mismo día y se concentra mucha gente. Aturde bastante porque los fans van con sus parlantes grandes, con sus equipos y se puede escuchar música diferente al mismo tiempo. Encima, están los gritos del público, algunos que van a hacer eventos incluso utilizan micrófono, lo cual contribuye a la contaminación acústica”.
A pesar del caos sonoro, el ambiente permite que muchas personas se expresen libremente, sin importar edad, sexo, orientación o religión. Como señala Marcela Calderón, una joven de 18 años, estudiante de derecho en la Universidad Tecnológica del Perú (UTP): Cuando estoy en la Alameda una se siente bien, aunque el lugar siempre está bastante concurrido. Se siente familiar y no te sientes excluido a pesar de que a veces no conoces a nadie”, confiesa.
En la Alameda pueden sentirse libres y expresarse como realmente son, pueden disfrutar de la música y todo lo que viene con el K-pop sin tener miedo a ser juzgados o enfrentar los prejuicios que existen hacia ellos como comunidad: “Creo que puedo hacer lo que yo quiera, sin necesidad de estar preocupándome por lo que dirán las personas sobre mí. Que por qué me gustan esos chinos, o cosas así, toda persona a la que le gusta el K-pop en algún momento de su vida ha escuchado esas frases cargadas de prejuicios”, explica Alejandra.
Y es que el K-pop es muy importante en el día a día de todos ellos, como es el caso de Alessandra Ballón (18), estudiante de Ciencias de la Comunicación en la UTP: “La música K-pop ha sido muy influyente en mi vida, porque me ha ayudado a conseguir lo que me propongo, me impulsó también a abrir mi mente en cuanto a la danza. Me enseñó a poder bailar y eso es muy importante para mí, es una parte de mi vida. El K-Pop es como una catarsis”, expresa.
De las redes a la plaza
La industria musical en Corea del Sur ha ganado cada vez más seguidores porque se aprovechó el boom del internet. La globalización acabó con las fronteras comerciales y hoy basta con un click para comprar un álbum de cualquier agrupación desde donde te encuentres. El mercado ha evolucionado y ahora vemos un consumo masivo, cultural y musical, expandido aún más durante los inicios de la pandemia.
Durante el confinamiento, sin espacios físicos para socializar y divertirse, los fandoms se refugiaron en las redes sociales para seguir consumiendo K-Pop, ya sea creando fanpages de sus artistas favoritos, informado sobre los próximos lanzamientos o promoviendo eventos que susciten la reunión entre fanáticos. Lo que caracteriza a las comunidades de K-Pop es su participación activa, compromiso y nivel de organización en plataformas como Youtube, Facebook, Instagram y Twitter: “Los K-popers escuchan y comparten sus canciones favoritas en tiempo real, así como observan las imágenes y videos de sus Idols. En este contexto, la aparición de nuevos grupos y producciones difundidos por las redes contribuyen a la expansión del K-pop”, señala Moisés García en un artículo para la Universidad Mayor de San Marcos.
La creación de espacios virtuales ha sido una medida positiva para mitigar todas las restricciones impuestas a consecuencia del covid. Incluso, luego de levantarse las medidas sanitarias, el fandom del K-Pop sigue manteniendo vigente su actividad en las redes, compartiendo su opinión sobre algún mensaje, debatiendo el trasfondo de alguna canción o promoviendo reuniones sociales, tales como las que se realizan en la Plaza Alameda. La comunidad virtual se traslada así al mundo offline para recuperar la socialización física, reforzar la idea de pertenencia, compartir valores y sentimientos, de una forma más cercana.
En estas reuniones ocurren varios fenómenos sociales, económicos, culturales. Por un lado, el tema social se traduce en vínculo colectivo. El fandom acude a la Alameda para compartir tiempo con personas que conservan un gusto musical en común, con quienes se puede escuchar música, practicar un baile sin sentir miedo a que se burlen por consumir un género diferente. Por otro lado, está el factor económico, como sucede con cualquier industria cultural. Los fans o personas ajenas al K-Pop aprovechan para colocar puestos de comida asiática, imprimir photocards de los cantantes o vender discos de bandas.
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